San Isidro Labrador contra la despoblación

En el día de San Isidro Labrador, las palabras de Alberto Herranz, Director de la Organización Interprofesional Agroalimentaria del Porcino de Capa Blanca, cobran un sentido especial cuando afirmar que “la importancia del sector (porcino) es aún mayor en las zonas rurales, ya que buena parte de los puestos de trabajo se generan y mantienen en pequeños municipios de la conocida como ‘España vaciada’, contribuyendo a fijar población y a vertebrar el territorio al ofrecer oportunidades laborales y generar riqueza en miles de pequeños municipios”.

Según informes de entidades como Analistas Financieros Internacionales (AFI), el porcino se configura como el más importante de los sectores ganaderos en nuestro país, dando cabida a unos 334.000 puestos de trabajo directos (117.200 en el ámbito ganadero y 216.800 empleos en la rama industrial), a los que se suman los 81.700 indirectos procedentes del comercio minorista y unos 11.300 empleos inducidos (5.700 en la fabricación de piensos y 5.600 en el comercio mayorista).

En total suman cerca de 427.000, las personas que de una u otra forma dependen de la figura del “cerdo”. No es de extrañar pues que, en la actualidad, España sea halle posicionada como la segunda potencia exportadora de carne de cerdo, a nivel mundial.

Ganaderos, veterinarios, trabajadores de la industria cárnica, la logística y la distribución, han trabajado y trabajan cada día con el compromiso de mantener un modelo de producción propio, catalogado por muchos como el «más riguroso del mundo» en cuanto a estándares de calidad, seguridad alimentaria, protección del medio ambiente y cuidado de los animales. Factores a los que se suma un «exigente sistema de trazabilidad» que permite seguir el producto, desde la granja a la mesa.

Pero hay más… Resulta que en estos tiempos de búsqueda de la paridad entre hombres y mujeres, precisamente éstas representan aproximadamente el 42% de la mano de obra que el sector necesita. Por citar algunas cifras, 31.450 mujeres trabajan en la rama ganadera, otras 30.926 entre la industria y el comercio y 2.620 lo hacen en cooperativas y empresas integradoras.

Hombres y mujeres de toda España contribuyen con su esfuerzo y dedicación a impulsar y mantener en alza uno de los pocos sectores de actividad, donde España no sólo es uno de los grandes actores internacionales, sino también donde mantiene posibilidades de moderado crecimiento a medio y largo plazo, sin que su viabilidad dependa de la adopción de políticas proteccionistas, ni de incentivos gubernamentales, como sí ocurre con otros sectores tradicionalmente “malcriados (que no mimados)” por las instituciones.

En cuanto al mundo rural y sus desafíos demográficos, la ganadería porcina representa una de esas oportunidades que nuestro país no puede dejar escarpar, como ya lo hiciera en ocasiones pasadas.

Casi 4 de cada 10 puestos de trabajo ligados al mundo del cerdo, se hallan en municipios de la denominada “España vaciada”.

El 45% de las industrias que rinden tributo a dicho animal se ubican en el medio rural. El 40% de los más de 8.000 municipios con los que cuenta España posee, al menos, una explotación porcina.

Queda claro que el cerdo y sus acólitos, hace tiempo que dejaron de ser objeto de burla, mofa y escarnio público, para convertirse en fuente de riqueza, empleabilidad y talento.

Hoy más que nunca se busca profesionales altamente cualificados, capaces de hacer frente a los retos de la nueva ganadería. Labor para la que se revelan indispensables proyectos como la FP Dual, enfocada a “convertir” a nuestros jóvenes en hombres y mujeres capaces de gestionar sus propias explotaciones tanto en el plano propiamente ganadero, como en el ambiental, económico y administrativo.

Joaquín Costa Martínez, quien vivió durante muchos años en la localidad de Graus y cuyos padres procedían del pequeño municipio de “Benavente de Aragón”, enarboló hasta su muerte el famoso lema: “escuela y despensa”. Opinaba que el crecimiento y modernización de nuestro país, por aquel entonces, dependía tanto de la formación de la juventud, como del ahorro (en el más general de los sentidos).

Haría bien la política (nacional y autonómica) en recordar las palabras de uno de los más ilustres regeneracionistas patrios y aplicarlas dentro del contexto actual. No se trata de legislar movidos por viscerales impresiones fruto de una época en la que lo políticamente correcto, no deja de cambiar a golpe de “like”. Sino de hacerlo con «cabeza», pensando en el futuro de quienes vendrán tras de nos.

La seguridad de los productos alimentarios, la preocupación por el medio ambiente, el bienestar y salud de los animales…, son valores universalmente reconocidos y compartidos por todos y que requieren de acciones legislativas razonadas y consensuadas, si queremos seguir siendo líderes mundiales del sector. Pero una exacerbada defensa de los mismos resultará contraproducente y será motivo de conflicto entre “los que quieren y no pueden” y “los que pueden y no dan”.

Los primeros anhelan labrarse un porvenir alejados del mundanal ruido y contaminación de las ciudades, devolviendo a la vida lugares ya olvidados por los entes públicos y frenando su abandono (aun cuando fuere a costa de su propio bolsillo). Pero no pueden hacerlo dado el recrudecimiento legal, que en los últimos tiempos, parece revolotear sobre el sector.

Los segundos en cambio, pueden detener el crecimiento de un sector, de facto estratégico para nuestra economía, pero no dan ningún otro tipo de alternativa que no sea la prohibición y sanción por Decreto.

¡¡¡Ay San Isidro Labrador!!!
Ten piedad de nosotros…